Obligación de cuidado y custodia en centros psiquiátricos

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En este artículo abordaremos un supuesto real ocurrido en un centro psiquiátrico. Un paciente se fugó en presencia de los terapeutas del centro, quienes no pudieron evitarla. En este caso, en el que no hubo que lamentar víctimas como a veces suelen darse en muchos de los siniestros ocurridos en centros psiquiátricos, la fuga sí produjo una serie de daños en la vía pública y en bienes de terceros.

Hace unos años atrás varios pacientes del centro estaban con los terapeutas en un bar cercano al centro, en una salida protocolaria que formaba parte de su tratamiento psicoterapéutico.

Sin previo aviso y sin existir un motivo desencadenante, uno de los pacientes decidió huir del bar, tras un presumible brote psicótico, sin que ninguno de los terapeutas pudieran evitar su huida.

Desde ese momento, con la diligencia exigible a los terapeutas y al centro, se activó el protocolo de fugas que todo centro de estas características debe tener para minimizar los riesgos de este tipo de sucesos. Del mismo modo, se dio aviso a la policía y, a partir de ese momento los profesionales del centro ya no podían hacer nada más que esperar a que el paciente fuese encontrado.

Tras la salida del bar, el paciente corrió durante una distancia no mayor de 500 metros, hasta un taller cercano. A la entrada del taller se encontraba una furgoneta con las puertas abiertas y con las llaves puestas. El fugado decidió coger la furgoneta para viajar hacia su ciudad de origen. El paciente fue localizado pronto por la Guardia Civil.

El paciente, lejos de parar el vehículo tras el aviso de la Guardia Civil, provocó una persecución policial que acabó con daños en varios coches que circulaban por la autopista, lesiones en uno de los agentes y en la vía pública tras chocar la furgoneta contra una farola.

Como consecuencia de estos hechos se inició un procedimiento penal que acabó con el resultado de condena para el paciente. En el momento de la condena el paciente estaba ya reinsertado en la sociedad y con un trabajo estable. Al ser un inimputable en el momento de los hechos, la pena consistió en ingresarlo nuevamente en un centro psiquiátrico. Es decir se produjo el absurdo -debido a la lentitud de la justicia- de que cuanto el paciente llevaba ya una vida normal se viera obligado a tener que sufrir un internamiento obligatorio con los perjuicios que eso podía provocar.

La moraleja de este caso es que a pesar de que se pongan todos los medios siempre pueden ocurrir hechos imprevisibles con los pacientes. Por ello es necesario contar con un buen sistema de prevención para minimizar los riesgos, una buena formación de los profesionales, protocolos de actuación en casos de emergencias, y buenos seguros para que, en el caso de que haya que indemnizar, siempre lo cubra la compañía.

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